«Mezcla de resistencia y espiritualidad, hijo de aquellas primeras personas esclavizadas traídas desde África, el candombe ha atravesado el tiempo hasta convertirse en el ritmo autóctono de Montevideo.
Estos barrios han sido su cuna, acompañaron su crecimiento y hoy lo regalan al mundo, que lo celebra como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.»
«El candombe no es solamente parte del acervo cultural de las familias de ascendencia africana transmitido de generación en generación, sino que fue el símbolo de una resistencia y de la memoria de una comunidad.»
El candombe tiene sus orígenes como música, como danza y como canto en África, explicó Leticia Rodríguez Taborda.
Señaló tres regiones importantes: la de la cultura Bantú con los reinos Matamba, Monomompata y Ndongo, en los que se han encontrado elementos de la sonoridad, la danza y el canto del candombe; y las culturas Dahomey y Yoruba, en las que se ve parte de los sincretismos, la colorimetría, la importancia de la religiosidad y “fundamentalmente todo lo que tiene que ver con la fe y la espiritualidad en América Latina, el Caribe y América del Norte”.
Parte de los ritmos y danzas antecesoras del candombe, como la bambula, la chica y la calenda, se encuentran en la isla de Martinica, en Haití y en el Congo. También hay influencia sudanesa por el tráfico interno; muchas de las palabras vinculadas a las prácticas de las primeras épocas del candombe vienen de ahí.
«El candombe como lo conocemos hoy empezó a tener fuerza a partir de 1930 o 1940, contó la investigadora. En 1956, con la primera Llamada, de la que participó Marta Gularte, “nos encontramos con que la bailarina empieza a estar delante de los tambores. En muchos casos las mujeres y los componentes típicos empiezan a estar delante”. También hubo transformaciones en la sonoridad y la tecnología de los tambores, que al principio eran de cueros y barricas, gracias a la formación de lutier de tambores, que se volvieron referencia a partir de 1970.»